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Mostrando entradas de abril, 2020

CONTRARIO A MIS INSTINTOS

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29/4/2019 Trato de analizar la extraña autoconciencia con que uno sobrelleva la sensación de estar fuera de casa, que tanto se ha prodigado en las últimas semanas. Y no sólo por lo de Waterford: ha habido luego también algún compromiso literario y un fin de semana de desempeño profesional como enviado a un festival de cine. Se reviste uno de esas obligaciones -escritor en ejercicio, asistente a un evento cultural- para contrarrestar, en la medida de lo posible, la contravención de las querencias territoriales a las que uno vive aferrado: desde la sensación de seguridad resultante de volver a casa al final de la jornada a las comodidades aparejadas al hecho de comer la comida a la que uno está acostumbrado, dormir en la cama propia o incluso usar el propio cuarto de baño. Por supuesto, esa sensación de extrañamiento desaparece cuando uno está en faena, quizá porque, mientras duran las actuaciones que lo han traído a uno a estos lugares -quiero decir, mientras uno perora ante un pú

HORA ROBADA

23/3/2019 Los últimos acontecimientos me han dejado un tanto claustrofóbico. Me cuesta permanecer mucho tiempo concentrado en una tarea sedentaria. Así que hoy, a las doce, cuando aún me faltaba al menos media hora de trabajo burocrático, he decidido dejarlo para mejor ocasión y lanzarme a la calle. Me gusta hacerlo a media mañana -las doce son aquí, a esos efectos, el punto medio de la mañana, cuando todavía faltan dos o tres horas para que los comercios y las escuelas cierren y la gente se vaya a almorzar-, que es, para mí, la mejor hora del día, cuando las calles están en plena actividad, aunque en la multitud anden mezclados quienes están desempeñando un trabajo, y por lo tanto andan con prisas y con aire ocupado, y quienes se limitan a deambular sin otro propósito que tomar el aire o disfrutar del espectáculo ofrecido por el propio trajín desigual del que forman parte. Ahora yo soy uno de esos desocupados -aunque en el ordenador, ay, he dejado media docena de correos por cont

DEPURATIVOS

22/4/2019 De vuelta al trabajo después de la aventura irlandesa; de la que, a pesar de su imbricación en mis desempeños profesionales, no todos están al tanto, o no todos se dan por enterados, o sobre la que no todos se dignan preguntar. ¿Qué habría pasado -fantaseo- si uno, en vez de haber estado retenido por una pequeña contrariedad, hubiera sido detenido o secuestrado o privado de medios de comunicarme con los míos? Las rutinas, los temas de conversación a la hora del café habrían seguido siendo los mismos. Y quizá al cabo de seis meses alguien habría dicho, entre bocado y bocado a la tostada: "Por cierto, ¿qué le pasa a JM? Hace tiempo que no lo vemos por aquí...". Pero no hago reproches a nadie. Yo mismo ando siempre entre ocupado y ensimismado y no me entero de nada. Y es eso precisamente, esa deshumanización, acentuada quizá por el sometimiento al toque de hora, a las prisas, a un mismo calendario cíclico que se repite sin pausa ni tregua año tras año, lo que menos

EXTRAÑAMIENTO

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18/4/2019 Poco a poco va llegando la descompresión. Es raro: nadie diría que quince días fuera exigirían una readaptación a la vuelta. Pero es así, tal vez por la intensidad de la experiencia. La propia luz, que es ahora de rabiosa primavera, me es extraña, como lo es, sobre todo, el azul del cielo, cuya intensidad, aquí, nada tiene que ver con la desvaída grisalla -tan delicada, por otra parte- de los cielos irlandeses, incluso cuando están despejados... Tampoco la sonoridad de las calles y de los lugares públicos es la misma. Ni el sentido de la ubicación: doy una cabezada a la hora de la siesta y, cuando despierto, me parece estar allí y tardo unos larguísimos instantes en constatar que no ése el caso. Tampoco yo soy el mismo, aunque no sabría decir si lo que predomina en mí es la euforia de quien ha salido airoso de una situación apurada o lo contrario, el miedo de quien sabe que el caso habría podido ser incluso más complicado y haber podido con las reservas de paciencia y

FIN DE VIAJE

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14/4/19 Tarde-noche de sábado a bordo del Connemara. Hay quien mata el tiempo bebiendo cerveza. Yo juego al ajedrez con mi acompañante —he comprado un pequeño tablero magnético en la tienda del barco— y, en los largos intervalos que me dejan mis espaciadas conversaciones con mi lacónico compañero, leo. El ambiente es relajado y agradable, casi familiar. Los niños corretean entre los silenciosos bebedores de cerveza, la televisión está puesta a un volumen aceptable, que no llega a las zonas más reservadas del espacio común. Y la comida, sorprendentemente, es buena y no demasiado cara. Tampoco hemos tardado mucho en acostumbrarnos a los movimientos del barco y al traqueteo de los motores, que se diría que hacen el efecto de un arrullo que facilita el sueño. Así ha transcurrido la travesía. Hoy me he despertado un poco antes de las siete, que era cuando debía sonar el despertador, y desde la ventana del camarote ya se veían las luces de Santander. Me he duchado rápidamente, just

CONNEMARA

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13/4/2019 A bordo del Connemara, con nombre típicamente irlandés y matrícula chipriota. Pasaje variopinto: muchos hombres solos , casi todos camioneros; y alguna que otra familia con niños a la que le resulta más económico viajar en coche que en avión. A nosotros, después de arduas gestiones para hacer entender a la compañía que se trataba de un caso de fuerza mayor, nos han permitido embarcar a pie, lo que no ha dejado de ser pintoresco. Ya el taxista que nos llevó a Ringaskiddy, el punto del puerto de Cork desde el que salen los ferris, tuvo sus dificultades para que los guardias del embarcadero lo encaminaran, no a la cola de coches preparados para embarcar, sinoa una desolada terminal en desuso donde se ubica el mostrador de la compañía. Allí, la persona al cargo estaba al tanto de nuestra situación y nos trató con extrema amabilidad: nos ofreció una taza de té y nos indicó que esperásemos hasta que ella misma nos condujera al interior del barco, lo que habríamos de hacer at

FANTASÍAS

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12/4/2019 He aprovechado el largo día que tenía por delante hasta embarcar a las 10.30 de la noche -por fin hemos conseguido la autorización pertinente- para dar un último paseo por Waterford y despedirme de la ciudad. A pesar de las enrevesadas circunstancias, no me llevo un mal recuerdo de ella. Todo lo contrario. Hoy me ha apetecido pararme ante los escaparates de sus pulcros comercios, que no parecen haber tirado la toalla ante la inevitable invasión de las franquicias; he visitado el museo local, con sus inevitables casullas y sus tallas de vírgenes —muy delicada la de la llamada "madona de Waterford", a la que de buena gana le hubiera rezado una oración, como hacían los marinos que a ella se encomendaban—, he entrado incluso en una desangelada galería de arte contemporáneo local, en la que había una exposición de fotos, recortes de prensa y otros recuerdos de las distintas oleadas de culturas juveniles que se han hecho notar en la zona: desde los mods de los 60,

HAZAÑAS

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11/4/2019 El viejo, pomposo, recargado Granville... Quién me iba a decir a mí que iba a llorar mis penas en semejante escenario. La cena de ayer, por ejemplo. El camarero marroquí interpretó mi indecisión como dificultad con el idioma y pasó a hablarme en español, lo que me tomé, no como un juicio de valor sobre la calidad de mi inglés, sino como un gesto de amabilidad. Me puso la carta en la mano y me señaló los apartados. Creo que lo hizo incluso con cierta coquetería. Es un chico guapo y seguramente sabe que, para una parte de los viajeros solitarios con quienes está acostumbrado a tratar, éste no es un dato irrelevante. Sonríe y me dice que debo pedir un plato de cada apartado. "Si puedes con todo, claro". Atribuyo el tuteo a que tampoco habla el castellano con la propiedad que cabría esperar. La verdad es que no tengo apetito, pero me impongo probar —va todo incluido en mi nota de gastos— la crema de mariscos, el pato al horno y algún postre. Pido también una copa

PLUSH

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10/4/2019 Mi contacto aquí, a quien no le falta sentido del humor, me ha sugerido que cambie de hotel, mientras espero que se resuelvan las circunstancias que me retienen en Waterford. Al fin y al cabo, paga el seguro, me dice. "Y estarás ya harto del menú de ahí". En eso tiene razón. El primer día, el curry tailandés me supo muy rico. Pero el pollo especiado de ayer tenía prácticamente los mismos ingredientes y sabía igual, pese a la diferencia de color. También los postres son todos un poco iguales: un dulce adornado con frambuesas, un palito de chocolate y una bola de helado. Sólo la pinta de Guinnes, que pago yo de mi bolsillo, y que siempre es igual a sí misma, sabe adornarse de los matices que le presta el estado de ánimo cambiante de quien la bebe. Así que aquí voy, diciendo adiós al simpático Marina Hotel, con su aire de club de piragüistas, y de camino hacia el pomposo Granville, con todo su empaque postvictoriano y su fama local de ser el hotel más elegante

PALIQUES

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9/4/2019 Al pie de mi ventana, en el embarcadero del club náutico asociado al hotel, un cormorán seca sus alas. Creo que nunca había visto uno tan cerca. En tierra, la elegancia de su silueta en vuelo se trueca en las hechuras un tanto desgarbadas de un pato, que se ponen aún más en evidencia cuando el animal da unos cómicos pasos para girarse o cambiar de posición. Tiene las alas desplegadas, como para secárselas con la brisa. Creo haber leído en alguna parte que el cormorán no dispone de esa especie de aceite impermeabilizante que tienen otras palmípedas, por lo que este rito de poner sus alas a secar es parte importante de su rutina. Yo también tengo la sensación de que llevo las alas cargadas y que tal vez debería extenderlas para que el viento las oree. Y por eso ya me siento un poco amigo de este pato con ínfulas que ha querido venir a acompañarme en estos días de forzosa estadía en un melancólico hotel junto al estuario de Waterford. * Las penas con pan son menos. Un

VIDA DE SOLITARIO

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7/4/2019 Tres noches sin acudir a este cuaderno y ahora, cuando lo hago, resulta que las impresiones de los días que me he saltado, y que eran intensas porque correspondían a otras tantas jornadas de viaje por estas tierras de los condados del sur de Irlanda —en Kilkenny la primera, la segunda en Dunmore East y  Tramore, donde, además de pasear por las impresionantes playas, he visitado unos jardines japoneses dedicados a Lafcadio Hearn, que vivió allí, la tercera en Cork— han quedado sobrepasadas por la novedad que supone saber que habré de alargar mi estancia durante un número indeterminado de días porque uno de los chicos a los que tutelo en mi condición de profesor acompañante ha caído enfermo —tiene una perforación de tímpano, consecuencia de un mal catarro— y el médico desaconseja que vuele. Así que el grupo ha partido y a mí me han tenido que buscar un hotel, porque mi anfitriona —con quien mi relación se ha ido enfriando desde el incidente del otro día— ha alegado que t

CRISTAL

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4/4/2019 Cosas que hace un turista —yo no lo soy: yo he venido aquí a trabajar— en Waterford y alrededores. Visitar, por ejemplo, la afamada fábrica de vidrios y ver en acción a sus operarios. Lo hice anteayer y mereció la pena, no tanto porque a uno le impresionen —no es el caso— los artículos de lujo que aquí fabrican -alguno tan absurdo como un espejo de cuerpo entero con marco de cristal tallado, valorado en 32.000 euros-, como por la consideración del posible atenuante de que todo esto responde a un no menos absurdo, aunque más comprensible, alarde de fantasía, al que cabe en último término atribuir la extraña circunstancia de que los operarios trabajen ante un circuito de exhibición por el que diariamente desfilan centenares de turistas que nunca podrán permitirse comprar ninguno de sus productos —¿de verdad alguien querría tener en su casa, por ejemplo, un oso de cristal del tamaño de un perro mediano?—, pero a quienes emociona la idea de que el capricho de unas docena

ESCENAS

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3/4/2019 Escribo en la cocina de mis anfitriones. Hay una ventana grande, de tres cuerpos, que da a un jardín ahora descuidado, porque es invierno, pero del que llega toda la luz de la mañana, que hoy como ayer es radiante, aunque eso no quiera decir nada en el imprevisible clima irlandés. Mi anfitriona tiene hoy el día libre, por lo que sospecho que se ha levantado temprano sólo para prepararme el desayuno. Luego me ha dejado en la cocina —creo que se ha ido a dormir otra vez— y yo he querido aprovechar la ocasión para acudir a este cuaderno, sin el cual muchas de estas impresiones pasajeras se me borrarían sin más, aunque quizá no el detalle de qué C., mi anfitriona, es una mujer atractiva y segura de sí misma, y que entre ella y su marido  —se casaron hace apenas unos meses, ambos en segundas nupcias y con hijos de los sus matrimonios anteriores— existe una perceptible armonía, que se traduce en una especie de coreografía física y verbal que parece gustarles practicar ante ex

FRÍOS

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2/4/2019 ¿Me estoy volviendo friolero con la edad? He salido a la calle razonablemente abrigado, creo, para las expectativas, pero no he dejado de temblar en todo el día. Aunque es posible que lo que me incomoda no sea exactamente la baja temperatura -—la máxima hoy en Waterford ha sido 8 grados—, sino lo variable del tiempo. En un solo día hemos tenido sol, lluvia torrencial, viento racheado y granizo, y todo ello a intervalos nunca más largos de treinta minutos. Ha combatido uno estos desórdenes de los elementos del mejor modo que sabe, es decir, apelando a los beneficios de la civilización: un centro comercial, una acogedora cafetería y una librería bien surtida, donde he comprado los Collected Poems de Patrick Kavanagh y hojeado Surprised by Joy , la autobiografía espiritual de C. S. Lewis, que me ha dejado un excelente sabor de boca, como todo lo que he leído de ese autor, pero que no he comprado por no empezar ya desde el primer día a sobrecargar la maleta, y porque quiz

REGALOS

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1/4/2019 El aeropuerto de Cork está rodeado de granjas, lo que se traduce, primero, en que, cuando el avión inicia la maniobra de aterrizaje, al viajero le cuesta creer que vaya a tomar tierra precisamente ahí, al lado mismo de parcelas donde pastan vacas o rasando traseras de casas en las que se amontonan las pacas de paja y los aperos de labranza; y, segundo, en la sensación de que, precisamente por esa contigüidad con la vida campestre, la presencia misma del aeropuerto supone una violenta alteración de ese espacio. Se baja uno del avión y... huele a establo, que es quizá el más cordial de los olores, con resabios de hogar e intimidad. No sé de ningún otro aeropuerto --aunque la verdad es que no conozco tantos- que huela de ese modo. A Cork, de todos modos, volveremos otro día. Ahora mi destino es Waterford, a unas dos horas de distancia por carretera, por un paisaje que no desmiente la impronta campesina de la llegada, pero la matiza con la nota de variedad que supone la su