CONTRARIO A MIS INSTINTOS

29/4/2019 Trato de analizar la extraña autoconciencia con que uno sobrelleva la sensación de estar fuera de casa, que tanto se ha prodigado en las últimas semanas. Y no sólo por lo de Waterford: ha habido luego también algún compromiso literario y un fin de semana de desempeño profesional como enviado a un festival de cine. Se reviste uno de esas obligaciones -escritor en ejercicio, asistente a un evento cultural- para contrarrestar, en la medida de lo posible, la contravención de las querencias territoriales a las que uno vive aferrado: desde la sensación de seguridad resultante de volver a casa al final de la jornada a las comodidades aparejadas al hecho de comer la comida a la que uno está acostumbrado, dormir en la cama propia o incluso usar el propio cuarto de baño. Por supuesto, esa sensación de extrañamiento desaparece cuando uno está en faena, quizá porque, mientras duran las actuaciones que lo han traído a uno a estos lugares -quiero decir, mientras uno perora ante un pú