SOMBRA

29/05/2019 Nos hemos decidido a sentarnos a tomar una caña en este bar ante el cual llevamos meses pasando, no sin dejar de fijarnos cada vez en los esfuerzos del encargado por proyectar una imagen amable y acogedora de su establecimiento y de lo que en él se ofrece. Es, o ha sido hasta ahora, un bar de hombres que beben en la barra, y de clientela fija: siempre los mismos parroquianos a las mismas horas. Alguno, tan pintoresco como un viejo desdentado al que a veces vemos sentado a una de las mesas que sacan a la acera y sorbe su cerveza a través de una pajita, suponemos que porque no se fía de que sus labios replegados hacia las encías sean capaces de impedir que un trago tomado directamente del vaso se le salga de la boca. Pero últimamente, decía, y a despecho de la imagen que pueda dar su clientela, el encargado se esmera en poner a la puerta unas pizarras en las que anuncia desayunos, una amplia variedad de tapas e incluso algún que otro plato para llevar. Así que nos hemos d