LA PEREZA OCUPADA

30/8/2019 Un rito que cumplo todos los años por estas fechas: bajar de Benaocaz a Ubrique a primera hora de la mañana por la calzada romana. Es un paseo de apenas hora y media, pero supone por sí solo una absoluta inmersión en todo aquello que esperamos de ciertos parajes: que se conviertan en nuestro interlocutor, y que lo hagan desde una cierta pretensión de exclusividad, sin dar parte a otros. En efecto, casi no me cruzo con nadie en todo el recorrido: sólo con un excursionista que lo hacía en sentido contrario, es decir, ascendente, y que, por ello, venía tan cansado que apenas resultó inteligible su saludo. El resto del camino transcurrió en absoluta soledad..., al menos en apariencia, porque la verdad es que experimenté durante buena parte del trayecto la sensación de contrariedad que nos asalta cuando, en el duermevela, por ejemplo, una idea nos acude a la cabeza y no sabemos cómo librarnos de ella y le damos vueltas y vueltas, como si la estuviésemos exponiendo a un interloc