CIEN PÁGINAS
16/9/2019
Pero eso es el trasfondo. Lo que de verdad me emociona es cómo el diarista anota la felicidad que le proporciona un paseo, una lectura (Vigny), unas horas de sol, una noche bien dormida, la cercanía de mujeres bellas a las que ya trata de un modo paternal, sin la clase de angustias que el deseo reprimido le causaban en su juventud. Todo es luminoso ("transparente", dice el diarista) en estos últimos días de su vida. Y qué duda cabe de que, para llegar a ese grado de sintonía con la vida plenamente asumida, ha sido importante el entrenamiento moral y perceptivo que ha supuesto haber redactado día a día las catorce mil páginas de este diario -lo que leo, en fin, no es más que un extracto, de apenas setecientas-, en las que no escasean las que hoy juzgaríamos ñoñas, timoratas o demasiado peraltadas... Estas últimas cien, desde luego, bien valen las vacilaciones que lastran en cierta medida -sin invalidarlas, por supuesto- algunas de las anteriores. Y a mí me están salvando la semana, primera laborable de este ante-antepenúltimo curso de mi vida laboral.
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