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Mostrando entradas de marzo, 2021

Promiscuidades

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30/03/20 Esta mañana he dado mi paseo a pie más largo desde que empezó en confinamiento: desde mi casa hasta la caja de ahorros, a donde he ido a cobrarle la pensión a mi padre. Llevo puesto guantes y mi mascarilla de pintor, que hace que el aire expelido por la nariz salga proyectado de su borde superior hacia mis gafas, que llevo permanentemente empañadas; tanto, que, al llegar al cajero automático del banco en cuestión, he de quitármelas para ver las teclas que marco, al mismo tiempo que he de sacarme uno de los guantes para conseguir abrir la cremallera del bolsillo en el que llevo la libreta de ahorros... Los que van detrás de mí en la cola me miran, no sé si impacientes por el tiempo que estoy tardando o un tanto sorprendidos de que una persona que ha salido a la calle con todas esas protecciones (precarias, eso sí) prescinda de ellas justo cuando toca un objeto de uso público que podría estar contaminado de la miasma en cuestión. Todo ello hace que me sienta más b

Palomas

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28/3/2020 Este diario se está convirtiendo casi en el cuaderno de un naturalista. El otro día fueron los flamencos y ayer, sin ir más lejos, cuando enfilaba el puente nuevo para llevar un poco de comida a mis padres, casi arrollo con el coche a una bandada de palomas que había invadido la calzada a la altura de la barriada de Río San Pedro. Hube de reducir la velocidad para permitirles que se apartaran con una parsimonia que no es la habitual en las aves de ciudad, acostumbradas a esquivar toda clase de peligros. Hubiera querido pensar que tomaban el sol tranquilamente sobre el asfalto; pero no: parecían desorientadas, perdidas, como si no acabaran de acostumbrarse a moverse libremente por espacios habitualmente vedados o peligrosos. ¿Les faltará el alimento, ahora que la legión de desocupados que habitualmente les echa migas de pan está recluida en sus casas? ¿Hasta ese punto ha llegado la dependencia que estos pájaros desnaturalizados tienen de los seres humanos? Había

Flamencos

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26/3/2020 Los flamencos, que normalmente se situaban bien adentro de la marisma, fuera del alcance de cualquier intrusión humana, en estos días se han ido acercando cada vez más al cantil del paseo marítimo y ya están casi a un tiro de piedra (digo bien: desde ese mismo lugar he visto a niños tirar piedras a las gaviotas, e incluso vi una vez, y denuncié, a un desaprensivo que les disparaba con una escopeta de plomillos) de cualquier paseante. Sólo que ahora no hay paseantes, porque rige un decreto de confinamiento y la gente está encerrada en sus casas y los animales, poco a poco -los pájaros, sobre todo, aunque no descarto que pronto empiecen a aparecer otros animales, como sucede en Irlanda e Inglaterra con los zorros que se pasean por los suburbios-, están recuperando lo que alguna vez fue suyo y nadie les disputaba. Los vemos MA y yo desde la ventana y hacemos apuestas sobre cuándo se atreverán a dar el paso y empezar a invadir el espacio asfaltado. Tal vez si vuelve a llove

Medias de seda

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23/3/2020 Desde Barcelona, mi hija se ha acordado de que, entre las cosas suyas que ha dejado en casa, está la mascarilla protectora que usaba en sus clases de escultura de primero de carrera. La he buscado y, efectivamente, ahí estaba, en la misma cajonera de Ikea en la que han quedado sus cinceles y demás herramientas. Me la he probado y una de las gomas, cuarteada por el tiempo, ha saltado. He anudado los dos trozos y he salido con ella a la calle, a hacer mis compras. Pero, a los pocos minutos, la goma podrida ha vuelto a ceder. La otra, la que sujeta la parte central de la mascarilla desde las orejas, ha aguantado, así que no me he quedado del todo desprotegido. "Qué guapo vienes", bromea mi anciana madre, a la que he ido a llevar fruta y verduras para unos cuantos días. He aprovechado también el mismo viaje para llenar el tanque de gasolina y revisar la presión del aire de las ruedas del coche. Ante la gasolinera desierta, la máscara le infunde a uno ideas de s

A modo de crónica

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22/3/20 Ni siquiera en estos días de reclusión forzosa encuentro tiempo para acudir a este cuaderno con mayor asiduidad. La textura de mi cotidianidad parece regirse por un principio de horror vacui: si hay huecos en mi tiempo, inmediatamente aparecerán obligaciones, ocurrencias o incitaciones que los llenen, como ocurre entre vasos comunicantes. Ahora mismo estoy redactando estas líneas y, al mismo tiempo, me siento un tanto impaciente e incluso culpable por no aplicarme a mis lecturas pendientes o no entregarme sin más – escribo esto en domingo– a la más placentera de mis aficiones, que es la pintura. Pero no: me divido, me compartimento, me disperso... Y así sigo: digamos que, más o menos, como siempre. * Es significativa la deriva de los discursos oficiales: cuando no hay novedades que anunciar, ninguna medida que implementar, ningún dato que aporte esperanza, surge la retórica; quiero decir, la prédica, el comentario banal –aunque con tintes de solemnidad– a realidades qu

Estupor

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19/3/2020 Extraña sensación: unas cuantas grandes empresas se han puesto, según han hecho saber, "al servicio del estado" (o del gobierno, no me acuerdo cómo lo han dicho) y anuncian que dejan de fabricar lo suyo para ponerse a manufacturar las cosas que hacen falta urgentemente: mascarillas, gel desinfectante, equipos de protección, etcétera. El gobierno, por su parte, anuncia que va a intervenir hoteles, ahora en desuso, para convertirlos en hospitales improvisados para enfermos de no demasiada gravedad. Y, a todo esto, el discurso a la nación que dio ayer el rey fue contestado con caceroladas y hasta los medios de comunicación habitualmente complacientes han denunciado la inanidad de las palabras del monarca, así como el hecho de que haya evitado referirse al último escándalo que afecta a la institución, referente a ciertas dudosas "donaciones" del rey anterior a cierta amiga suya.... ¿Se estará gestando, al modo frío y un tanto tecnocrático que hoy se esti

Pálpito

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18/03/2020 Tercer, o quizá cuarto -no sé si contar o no el domingo- día de reclusión, o "confinamiento", que es el término que parece preferirse, quizá porque evoca menos las condiciones de una prisión. Y el caso es que estamos tan atrapados por nuestras obligaciones -he ahí la verdadera prisión- que el día se llena de tareas y apenas queda tiempo para aburrirse. Hoy, al igual que en los dos días anteriores, he "teletrabajado": es decir, he intentado estar en contacto con mis alumnos y compañeros y proporcionar a los primeros materia de la que ocuparse y mantener con los otros la ilusión de que actuamos como un cuerpo profesional coordinado.  Lo del “teletrabajo” merece reflexión aparte. Hace años que cuenta con fervientes propagandistas y profetas. Será el modo de trabajar del futuro, dicen; y hacer la jornada laboral sin salir de casa no sólo será de lo más placentero, sino que supondrá un sustancial ahorro en conceptos tales como transporte, comidas en l

Perucho: una lectura en días anómalos

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17/3/2020 Hoy he terminado de leer  Dietario apócrifo de Octavio de Romeu de Juan Perucho, que sin duda recordaré, junto con su  Poesía 1947-1981 , como la lectura que me ocupaba cuando comenzó este anómalo tiempo de reclusión por epidemia del que hoy se cumple el tercer día. A ello se debe quizá mi ánimo disperso y el hecho de que muchas de estas páginas haya tenido que leerlas dos y tres veces para enterarme de lo que decían. Y ello, quizá, no tanto por su posible dificultad, que no tienen, como por lo contrario: su ligereza. Perucho es, como sugiere su propio apellido con sonoridad de apodo familiar o diminutivo cariñoso, un hombre que parece obsesionado por las nimiedades, y no cabe duda de que a algunas les saca mucho partido: piénsese, por ejemplo, en sus repetidas evocaciones de los álbumes de cromos de la I Guerra Mundial, que al parecer eran muy populares en los días de su infancia. Tanto su poesía como su Dietario apócrifo tienen mucho de eso: de álbumes de estamp

Estado de alarma

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15/3/2020 El gobierno ha decretado el estado de alarma y prohibido a la población salir de casa, salvo por motivos muy justificados. Y como lo es que yo acerque a MA al hospital, donde está acompañando a su madre, salimos a la calle por la mañana temprano con la sensación, pese a la excusa que nos asiste, de que estamos violando el toque de queda y que a la vuelta de la esquina una patrulla policial va a pedirnos el salvoconducto, como si estuviéramos en la Viena de El tercer hombre ... Pronto vemos que, pese a lo desusadamente desierto de las calles, otras personas han salido, quizá también bajo el amparo de motivos que el presidente del gobierno, al dirigirse ayer a la nación, consideró igualmente justificados: ir a comprar el pan o pasear el perro, por ejemplo. Ya sé que esto último suena un poco raro, pero ayer, cuando lo oímos en boca de la máxima autoridad, nos pareció un rasgo de empatía; como lo es, en fin, que se permita que abran las peluquerías y los estancos, aunque

Poesía ínfima

14/3/20 Seguimos dentro del argumento de una mala película. Fuimos ayer a hacer la compra semanal y nos encontramos con que el supermercado habitual la gente había arramblado ya con muchos artículos de los que suelen considerarse de primera necesidad: leche, carne, algunas legumbres, jabón de manos y... papel higiénico. Especialmente de esto último anda la gente acumulando cantidades ingentes, sin que uno se explique por qué: si lo que se teme es que la pandemia obligue a una reclusión forzosa en casa, en casi ninguna falta un bidé en el que ejecutar, en fin -y qué pena que estos asuntos más bien excusables ocupen ahora un lugar tan prominente en nuestras reflexiones-, las necesarias tareas de higiene personal... Un amigo sociólogo me dice que el papel higiénico se ha convertido en icono de la presente crisis, y que, por tanto, la gente se lanza a la calle a buscarlo y acumularlo por una especie de pulsión totémica: tener decenas de paquetes de rollos de papel higiénico en casa les

Irrealidad

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11/3/2020 Días feos, tiempos malos. Los medios de comunicación no hablan de otra cosa que del dichoso virus y el pánico y la histeria han empezado a cundir, así como esa clase de bajezas que suelen aflorar en tiempos de aflicción: gente que acapara comida y demás suministros en sus casas, estafadores que se valen de la alarma de los viejos, los más vulnerables ante la pandemia, para engañarles y robarles, etcétera. Constata uno una nueva intromisión de eso que llamamos "tiempo histórico", el de los grandes sucesos y acontecimientos que quedan registrados en los libros de historia, en el tiempo íntimo y particular, que parece transcurrir siempre un tanto al margen y en la mayor parte de las ocasiones nos reduce a meros espectadores de lo otro. A lo largo de la década de los noventa más de un incauto dio por válida la tesis del "final de la Historia", que defendía un tal Francis Fukuyama, quien creía ver en la caída del comunismo y la aparente victoria de las d

Parásitos

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8/3/2020 Anoche en el cine. A la salida, observo que, en los servicios, todo el mundo se lava concienzudamente las manos. Efectos de la epidemia, sin duda: el contagio, al parecer, puede evitarse con esta y otras elementales medidas de higiene. Otra cosa es que nos resignemos a no darnos la mano para saludar. El otro día le pregunté a un conocido, antes de alargarle la mía: "¿Eres de los que dan la mano o de los que no la dan?". Se encogió de hombros con una sonrisa y me ofreció la suya.  Me pregunto, si la cosa se agrava, cuánto tiempo durarán estas bromas. * En cuanto a la película, Parásitos del surcoreano Bong Joon-ho, me llama la atención su capacidad para, sin forzar el argumento más o menos "realista", presentar una serie de situaciones que casi de inmediato derivan a poderosas metáforas: la lluvia, por ejemplo, que inunda los barrios pobres y hace que miles de personas hayan de dejar sus casas anegadas y pasar la noche en un polideportivo, mi

Donatella y otros asuntos

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4/3/2020 Como apenas tengo tiempo de acudir a este cuaderno, me dejo en el tintero algunas cosas verdaderamente importantes: por ejemplo, la sesión de cineclub familiar que hicimos el otro día en casa de unos amigos, a quienes había gustado mucho la presentación que MA hizo de  Primavera tardía de Ozu en el cineclub de Ubrique y querían que organizáramos algo parecido en su casa, que es grande y acogedora. De nuevo, es MA quien toma la iniciativa y se encarga, no sólo de preparar la presentación de El hombre tranquilo de John Ford, que es la película elegida, sino también de aportar un par de platos a la cena que luego haremos en la cocina de estos amigos. Se da el caso de que hemos invitado también a los vecinos J. y M., que son personas sencillas, de las que uno no asocia de entrada con estos rituales de celebración "cultural", aunque sí son receptivas y atentas, además de excelentes conversadores. M., con modestia característica, afirma que "nunca" ha co

Disfraces

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1/3/2020 Sospecha uno que la paranoia por el dichoso virus será, como suele ocurrir con todo en este bendito país, arbitraria y selectiva. Las autoridades, por supuesto, ni se plantearán suspender festejos populares en los que se congregan decenas de miles de personas, pero pondrán trabas a la celebración de encuentros profesionales o culturales mucho menos concurridos. Se les ve venir. Mientras tanto, la gente actúa con esa mezcla de cinismo e histeria que es también seña nuestra de identidad: hacemos alarde de indiferencia, proclamamos que "de algo hay que morir" y, al mismo tiempo, acudimos a la red clientelar de turno para estar al tanto de dónde quedan mascarillas o de qué modo conseguir que te vea un médico sin guardar una terrorífica cola en la antesala del servicio de urgencias, donde seguramente la densidad de gérmenes es mayor que en cualquier otro lugar... Tiene uno la esperanza de que la primavera, como suele ocurrir, acabe con las miasmas del in