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Mostrando entradas de mayo, 2021

Alicientes

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Foto  ©National Geographic 26/5/2020 ¿Hasta cuándo estaremos escribiendo aquí de la pandemia y, sobre todo, de la extrañeza que produce adaptarse a las pautas de vida que las autoridades dictan para combatirla? Hoy tocaría mencionar el regreso a bares, cafeterías y restaurantes, después de que éstos hayan permanecido cerrados dos meses. ¿Merece la pena anotar las sensaciones experimentadas al respecto? No estoy muy seguro, quizá porque, en el fondo, me asalta la duda de si, al obedecer lo que parece una consigna oficial para que la población recupere la normalidad, no estoy en el fondo infringiendo las prevenciones que me dicta la más elemental prudencia, que me dice que todavía es pronto, que no tiene sentido precaverse de posibles contagios en todos y cada uno de los actos de la vida cotidiana y, sin embargo, abandonar toda precaución para sentarse a una mesa en compañía de hasta diez personas de las que, lógicamente, nadie puede darte certeza de que no sean transmisores del vi

En el centro

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19/5/2020 En el centro de Cádiz por vez primera desde que se declaró el estado de alarma. Hace un día de primavera radiante e incluso a cuerpo se pasa calor en el breve trayecto que va del aparcamiento a la librería donde voy a recoger un pedido. Mucha gente, por tanto, en mangas de camisa, y bastantes en camiseta de manga corta o, en el caso de las mujeres, en blusas de tirantes, lo que contrasta extrañamente con que la mayoría de los viandantes lleve mascarilla. Sensación de relajada alegría. No se advierte, como en los primeros días de la pandemia, cuando solamente se salía para adquirir provisiones, ese enrarecido ambiente de premura y desconfianza mutua: si acaso, educada cautela, por la que el gesto de desviarse un paso o dos de la línea recta para no pasar rozando a otra persona pasa a ser casi una muestra de cortesía, dentro de una nueva etiqueta que, curiosamente, no parece regir para las terrazas de los bares, donde las mesas están separadas, sí, como dictan las norma

Emoción barata

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13/5/2020 Abunda ahora el cine apocalíptico en los canales de televisión, tal vez porque los responsables de la programación intuyen que, en una población atribulada, tienen la misma fuerza los deseos de evasión que el impulso a regodearse masoquísticamente en la desgracia que nos atenaza. Hasta ayer mismo yo me resistía a pensar que ese sentimiento pudiera manifestarse en mí; pero también pude comprobar que se puede ceder a él por pura inadvertencia, que fue lo que me pasó anoche cuando, al examinar la parrilla de películas, como suelo hacer en la sobremesa, me dio por grabar Estallido ( Outbreak , 1995), no tanto por su director, Wolfgang Petersen, a quien asocio con un tipo de cine que no me interesa nada, como por el reparto, en el que estaban, entre otros, Dustin Hoffman y Donald Sutherland. Así que ésa fue la película que vimos anoche, no sé decir si con placer, aunque sí con cierta emoción a contrapelo, aun a despecho de que sabíamos que estábamos viendo un simple pasat

Eslizón ibérico

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11/5/2020 Una característica de lo anómalo es que es limitado, porque una anomalía que se prolonga demasiado pierde su condición de tal y se difumina en la nebulosa de lo cotidiano, que ya se sabe que no es del todo incompatible con la pesadilla. Podemos vivir dentro de una -de hecho, lo estamos haciendo-, pero, desde el momento mismo en que hemos sentido que ése es nuestro estado habitual, dicha pesadilla no puede ya conceptuarse como anomalía. Y, por tanto, un diario íntimo, que quiere ser un registro de lo cotidiano a partir de la premisa de que las rutinas bien observadas deparan pequeñas novedades, ligeras anomalías que merece la pena consignar, siquiera sea como mínimas variaciones de lo aparentemente inmutable, deja de tener materia propiamente dicha de la que ocuparse desde el momento mismo en el que lo que en su día fue una anomalía se convierte en cosa habitual y, desde su condición de realidad invasiva, no sólo deja de ofrecer variaciones, sino que suprime o anula o eclips

Quizá la biología

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5/5/2020 Días definitivamente malos, aunque no del todo, o no a todas horas: el malestar empieza, realmente, después del intervalo de la siesta y podría confundirse con la digestión de una comida copiosa generosamente acompañada de vino, si no fuera porque en estos días hago comidas más bien frugales y el vino sólo lo pruebo los fines de semana. Pero el efecto es ése: el de las horas bajas de la modorra digestiva y alcóholica. Ansiedad, opresión en el pecho, indicios de taquicardia, irritabilidad en los lacrimales. Y, sobre todo, una especie de devastador sentimiento de futilidad. Tiene uno bien acotados los síntomas: sabe que sólo duran unas horas, e incluso que, si uno no pudiera sobreponerse a ellos en lo que queda de día, mañana vendrá otro y al menos la mañana supondrá una tregua.  Y me pregunto qué podría hacer para combatirlo. Como uno es positivista y cree en los hechos, me planteo si quizá no debería cambiar mi horario de comidas, por ejemplo, como hacen los ingleses y ot

Ir tirando

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2/5/2020 Habla el gobierno de la "nueva normalidad" que habrá de venir cuando se dé por terminado el confinamiento de la población como medio de evitar la difusión del virus; y, aunque uno no quiere abonarse al griterío catastrofista de quienes absurdamente atribuyen todas las acciones de ese gobierno a una presunta orientación a los modales del populismo de izquierdas o el comunismo sin más, hay que reconocer que esa "nueva normalidad" suena a esa clase de eslóganes que se pueden inscribir en grandes pancartas ante las que desfilar coreando lemas patróticos... Fantasías de uno, en fin, que ha leído demasiadas distopías. Pero el caso es que la normalidad, como puede suponerse, no admite adjetivos e incluso se lleva mal con la idea misma de "novedad", puesto que las novedades no son otra cosa que perturbaciones de ese estado de cosas al que estamos más o menos felizmente acostumbrados.  Pero no quiero que lo anterior suene a discurso inmovilista, y mucho