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Mostrando entradas de junio, 2021

The middle age of man

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29/6/2020 Poesía para combatir la previsible quiebra del ánimo que me asalta en las tardes de los domingos: primero, la de Cirlot, que cada vez me resulta más transparente, pese a su aparente dificultad; y luego, por contraste, la del portugués Eugenio de Andrade: “Septiembre ha sido un mes de venenosas claridades”, afirma en el esclarecedor poema “Vastos campos”, de Memoria de otro río (1978), publicado más o menos un lustro antes de que yo lo conociera por los poemas que publicó en la revista Fin de Siglo y luego en persona, en una lectura que hizo en Jerez de la Frontera…Sensación de estar en una sala amplia, bien provista y extendida tanto en el espacio como en el tiempo, y por la que deambulo de una pared a otra, de estantería en estantería, sirviéndome de aquí y de allá, ya sea poesía o recuerdos. Y que ese arsenal es el que me defiende de la vida, que arrecia fuera. * Porque la pregunta, apenas se para la rueda, es: ¿qué hacer? O, mejor dicho ¿en qué predisposición estar,

La calle larga

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26/6/2020 La llamamos la "calle larga". En este pueblo de calles en cuadrícula, trazadas a cordel y muy parecidas unas a otras, su peculiaridad estriba en que, antes de completar la misma distancia que cubren las calles paralelas, queda interrumpida por una fila de casas que se salta una de las casillas de la cuadrícula, lo que la convierte en una calle inoperante para el tráfico y, al mismo tiempo, la relega a una cierta oscuridad. No hay en ella, en efecto, pese a su longitud, un sólo comercio, como no sea un mísero bar esquinero en el que siempre están los mismos parroquianos, nunca más de tres. Tampoco cuenta con grandes despropósitos arquitectónicos, descontando un desgarbado bloque de pisos que alguien encontró la ocasión de levantar en uno de sus solares en la década de los 70; el resto de las casas es de una planta o dos y obedece al modelo tradicional: balcones cerrados a pie de calle, con frecuencia repartidos simétricamente a ambos lados de una puerta de entrada qu

Desconfiar

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24/6/2020 El canto entrecortado del gorrión, el modulado del mirlo, el basso continuo de la abubilla... Todas las mañanas cada músico en su puesto. Y la señal para arrancar (al menos, en esta fase del canto) la da, imagino, la sirena de la cercana factoría aeronáutica, que suena a las 7.00. * Hay que sospechar siempre del desánimo inducido y atender sólo al que tiene raíces internas. El otro, el que tiene su causa en el menudeo de noticias alarmantes, desacuerdos públicos sobreactuados y pronósticos apolípticos, debiera ser siempre puesto en cuestión, bajo la sospecha de que los efectos paralizantes, derrotistas, de ese desánimo pueden ser más que convenientes para según qué intereses. Pero ojo, ay, con el desánimo que nace de las propias raíces del ser y al que ya no sirven de consuelo los grandes espejismos colectivos. Es la peor clase de soledad, la del desconectado de todo salvo de su propio dolor. Y sólo tiene alivio, relativo, en el examen atento de ese dolor, del que

Torpeza

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18/6/2020 Se me ha caído en el garaje la bolsa con las botellas de vino que acababa de comprar y una de ellas se ha roto y su contenido ha quedado esparcido en el suelo. Olor a tasca o a fondo de bodega. Para que ningún vecino se queje disuelvo la mancha con la manguera. Y ahí que se va un litro de amontillado: reintegrado a los elementos a los que debe su razón de ser. * Lo anterior, evidentemente, se debe a mi torpeza. Pero lleva uno en el hombro, junto a la oreja, uno de esos diablillos resentidos que se empeñan en susurrarte al oído que todo es culpa de las circunstancias; que si uno no llegara a su casa con las gafas empañadas por el aire que escapa de la mascarilla higiénica, las manos ocupadas en mil cosas y una cierta ansiedad por encerrarse en su refugio contra pandemias y demás conjuras del destino, no le pasarían estas cosas. Es decir, que todo es culpa del gobierno, como se empeñan en recordarnos todos los días los paranoicos y la oposición. * Lo peor, en fin,

Menguante

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16/6/2020 Semana de clásicos, para desintoxicar. Empiezo con Sé fiel a ti mismo ( This above all , 1942) de Anatole Litvak, una de las muchas películas con las que Hollywood mostró, antes de que América entrara en guerra, sus simpatías por los países atacados por Hitler; y que, más allá del mensaje coyuntural, ofrece unas cuantas impagables lecciones de buen guión y buena realización. Por ejemplo, nada más empezar, la escena en la que Joan Fontaine, que hace de joven aristócrata malcriada, suelta a sus estirados parientes una soflama contra los prejuicios y privilegios de clase y, acto seguido, pide al mayordomo con toda naturalidad una copa de jerez; o la secuencia que muestra el primer encuentro de la pareja protagonista en la absoluta oscuridad de una noche de apagón contra los bombardeos; o la manera de contar la inequívoca, pero disimulada, aventura sexual entre ellos. Una joya poco conocida, que disfrutamos ayer. * Reseñas: mi esclavitud, también mi inconfesada adicción.

Agradecimiento

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Joan Miró 15/06/2020 A pesar de que el confinamiento toca a su fin y la calle va recuperando su pulso de siempre -quiero decir, su nivel habitual de ruido-, los pájaros, que tanto se habían hecho notar en el silencio de los días de inactividad, siguen ahí y no parecen dispuestos a renunciar al terreno ganado. Son casi las once de la mañana y parece que el "coro del amanecer", la explosión de canto al que la pajarería en su conjunto se entrega al comienzo del nuevo día, no va a tener fin, y eso hace que incluso las perspectivas grises del lunes resulten más alegres, más limpias, por eso de que el canto de los pájaros añade una nota purificadora a la sonoridad opaca de las ciudades, con su estruendo sucio de motores, radios y voces. Es como un tamiz: a un lado la espuma sucia, al otro un fluido filtrado que, sin ser del todo limpio, resulta transparente incluso por mero alivio de haber dejado atrás todo ese espesor. * Nuestra verdadera condición la da el hecho

Despacho de vinos

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1/6/2020 La luz es casi de verano pero el viento de poniente pone en el ambiente una perturbadora nota de frío contra toda evidencia, a la vez que trastoca y ensucia los colores -el del cielo, el del mar-. virándolos hacia una tonalidad ácida y gastada, como de fotografía expuesta a los elementos. Por no complicar mucho la vestimenta, he salido a hacer estos recados matinales en pantalón corto y la verdad es que me he arrepentido, aunque no tanto como para deplorar verme en la calle a la hora en que abren los comercios y contrastar esa especie de bullicio laborioso y honrado del reparto y las compras tempranas con la desolación de hace apenas unas semanas. Iba yo, además, al despacho de vinos en el que me abastezco de manzanilla y otros caldos generosos, que consumo en casa y llevo a las de los amigos. Es imposible abastecerse de vino con el ánimo abatido. Bebo siempre en compañía y bajo una especie de predisposición a la alegría; quiero decir que no se me ocurriría compartir un

En las nubes

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10/6/2020 También llevo atrasadas mis notas de lectura; quiero decir, las que asocio a mis pesquisas personales, no las que vienen impuestas por mis deberes de reseñista u otros compromisos. Por ejemplo, casi me olvido de dejar constancia aquí de que he leído el último de los libros de los que he hecho acopio del olvidado escritor Manuel de la Escalera, de quien ya he hablado en este cuaderno a propósito de otros títulos. El que acabo de terminar se llama Cuentos de nubes y es una compilación de narraciones que tienen la peculiaridad -aunque este dato debe tomarse con cautela- de que fueron escritas en los días de prisión del autor y quizá leídos en voz alta a sus compañeros de cautiverio. Digo que el dato habría que tomarlo con cautela porque los cuentos revelan un grado de elaboración y una cierta sofisticación estilística que no parece corresponderse con ese valor de uso: distraer a otros presos. No pongo en duda, desde luego, la actividad de Escalera como escritor clandestino d

Sujeto estadístico

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9/6/2020 Últimamente acudo a este diario apenas un día a la semana. Suele ocurrir en estas fechas en las que se acumula el trabajo de fin de curso. Pero este año hay un motivo añadido: me da pereza anticipar que lo que vengo a anotar aquí tiene que ver con la casuística de la pandemia que estamos atravesando y viene a ser, no ya un registro personal de experiencias propias, sino una especie de ilustración, poniéndose uno mismo como ejemplo, de usos, costumbres y sucedidos que afectan a la media estadística de la población en general, y que uno sólo vendría a certificar; o, peor aún, a hacer un ejercicio de pintoresquismo con todas esas novedades espurias, al modo de un cronista oficioso o un mal escritor costumbrista. Se da esta paradoja, sí: cuanto más hay que contar en el acontecer general, menos materia hay para el diarista íntimo. Se me pueden oponer ejemplos célebres: el Diario del año de la peste de Defoe (que no es diario, sino novela), la crónica del incendio de Londres qu

Obscenas

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3/6/2020 3/6/2020 Más allá de algún trámite laboral y algún reencuentro familiar, ayer tuve mi primer encuentro social propiamente dicho desde que se declaró la pandemia y el consiguiente confinamiento: quedé en una cafetería con una amiga. Extraña sensación: nada de besos ni apretones de manos. Yo llevaba puesta la preceptiva mascarilla y ella no, y la verdad es que quizá era yo quien pecaba de exageración en las precauciones, porque por aquella desolada periferia en la que nos habíamos citado a las 6 de la tarde apenas circulaba nadie a esa hora. "¿Sabes? Yo creo que lo he pasado", me confiesa mi interlocutora como quien confiesa a un amigo comprensivo un mal vergonzante. "Yo también lo creo", le respondo, con el mismo fundamento: el de haber tenido los síntomas de un resfriado común en los primeros días de encierro, que fueron los de mayor incidencia letal del dichoso virus, seguramente extendido por personas que quizá desarrollaron la enfermedad d