Y así

28/7/2020 Otra rutina asociada al verano: las revisiones del coche. La llevo mal, y no sólo por el gasto que supone, siempre imprevisible y nunca exento de la sospecha de que te estén dando gato por liebre. Si a uno le dicen que tal o cual junta se ha desgastado y hay que cambiarla, ¿qué aducir al respecto? Si te hacen temer por tu seguridad, diciéndote que los frenos están en mal estado, ¿cómo negarte a asumir su reparación, aunque suponga un gasto inesperado? Pero lo peor no es eso, sino la sensación de estar fuera de lugar, o de parecer que lo estoy, en un mundo que solamente cabe afrontar desde una actitud de suficiencia masculina: la que asumen estos tipos que le hablan de tú al jefe de taller y le hacen ellos mismos el diagnóstico de la avería, como para demostrar que saben lo que se traen entre manos y que a ellos no hay quien los engañe; o la de estos otros que, por llevar coches más grandes o más nuevos, miran con cierta displicencia a quien lleva su cacharro cargado de años a