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Mostrando entradas de agosto, 2021

Despedidas

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30/8/2020 Ayer nos despedimos de los amigos de Benaocaz y hoy hemos recogido nuestras cosas y vuelto a casa. Aunque a agosto aún le queda un día y yo en realidad no empiezo a trabajar hasta el 2 de septiembre, hemos querido adelantarnos al regreso masivo y por eso hemos hecho el trayecto de vuelta el domingo por la mañana, confundiéndonos con quienes se echaban a la carretera desde los pueblos del interior para aprovechar los últimos días de playa. La despedida de los amigos fue melancólica. Habíamos cenado juntos el día anterior, en la huerta, aprovechando la posibilidad de estar juntos sin amontonarnos, en obediencia a las consignas sanitarias en vigor. Nos recogimos a medianoche, pero mi anfitrión se quedó charlando con otro amigo hasta las cinco de la mañana y por eso hoy se le ve mohíno y cansado. Y lo curioso es que nosotros, que no hemos incurrido en ningún exceso, también lo estamos. Hemos vuelto a sentarnos en la trasera de la casa, frente a la huerta. Nadie secundó la propues

Primera sonrisa

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26/8/2020 Si uno fuera periodista con ínfulas u hombre de estado, sin duda sería legítimo esperar que este diario se ocupara de la actualidad con más asiduidad y más explicitud que lo que lo hace. Pero el caso es que uno no es ninguna de esas cosas y a lo único que aspira es a entender esa especie de anomalía que supone la propia individualidad en un mundo en el que casi todo se ciñe a leyesy principios generales, de las que casi nada escapa. Por eso me cuesta escribir este diario últimamente. Sucede con la actual pandemia lo que supongo que ocurría en el pasado en tiempos de guerra: no cabe hablar de otra cosa; o incluso puede que sea peor, porque una guerra, por lo que uno ha leído de ellas, admite pausas, treguas, momentos en los que la gente busca distraerse o evadirse. Y como una guerra, en definitiva, depende de acciones puntuales de unos y otros, presupone también los intervalos de inacción que hay entre ellas. Pero una pandemia... ¿Cuándo se descansa de una pandemia? ¿En qué mo

Nuevos sentidos

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19/8/2020 Lectura, o más bien relectura, vacacional: el segundo de los tres tomos de la edición que tengo de Montaigne, el que contiene la “Apología de Raimundo Sebond”, que me he saltado, y el magnífico ensayo “Sobre la presunción”, del que leí hace poco una cita que es la que me ha llevado a esta revisión... un tanto negligente, debo reconocerlo: leo saltándome las abundantes citas, ejemplos y anécdotas con las que Montaigne salpica sus divagaciones y me paro sólo en las partes en las que habla de su experiencia personal. Supongo que debe de existir –no la he buscado– una buena edición que se atenga a estas partes y se salte todo lo demás, tan cansino y prolijo a veces en su conjunto –aunque eso depende, en fin, del ánimo con el que se lea.  El caso es que, atendiendo en exclusiva a ese registro personal, los famosos Ensayos devienen un asombroso diario íntimo, en el que el autor vuelca sus perplejidades, confiesa sus debilidades y reflexiona, desde la paz de su retiro, sobre los du

Agradecido

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17/8/2020 ¿Qué hacer con estas miles de páginas escritas? Publicarlas en forma de entregas anuales queda descartado, no tanto por la dificultad de encontrar editor para semejante proyecto, como por la evidencia de que un diario de esta naturaleza es básicamente recurrente y sus ciclos anuales tienden a repetir las mismas situaciones, los mismos estados de ánimo, incluso las mismas enfermedades estacionales. Por eso desde hace unos tres años vengo dando vueltas a la posibilidad de refundir varios años en uno solo, tomando uno concreto como referencia, y en ese armazón encajar piezas de otros años, quizá incluso reescribiéndolas parcialmente, como hizo Pla con su Cuaderno gris , que en principio es un diario del año 1918 -el de la "gripe española" precisamente, como este 2020 está siendo el de la pandemia de la covid19- , pero en el que trabajó durante decenios, hasta convertirlo en la consumada obra que llegó a ser, una de las más importante de las literaturas hispánicas del s

Poetas, ya se sabe

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16/8/2020 Me sorprende oír en un programa matinal de radio los primeros versos de La tierra baldía . La  invitada es redactora de la revista Vanity Fair: “No vendrás a contarnos nada nuevo de T. S. Eliot, ¿verdad? -le pregunta la locutora-. Con todo lo que se habrá escrito sobre él: nada menos que un premio Nobel...”. La otra responde que sí, pero que sólo indirectamente. En realidad, aclara, viene a hablar de Emily Hale, un amor de juventud del poeta, con el que luego se reencontraría en su madurez y a la que dirigiría un copioso epistolario que hasta hace unos meses, por disposición testamentaria de la propia Emily Hale, su propietaria, había permanecido sellado e inaccesible a los investigadores. La locutora hace algunos aspavientos al respecto: “¡Cómo! ¿Y qué dirán esas cartas tan secretas?”. Con ese pie, la de Vanity Fair se extiende sobre la infelicidad matrimonial de Eliot y sobre el presunto romance de madurez que mantuvo con Hale y en el que, a decir del propio poeta, no hubo

Periferias

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12/8/2020 Cuando me aplico el colirio que me han recetado para aliviar la sequedad de los ojos después de horas ante el ordenador, me acuerdo, al verme ante el espejo del cuarto de baño y alzar el dispensador a la altura de mis pestañas, de los planos de All That Jazz en los que el derrengado coreógrafo que interpreta Roy Scheider hace lo propio ante el espejo de su camerino y parece aliviar con ello un malestar ocular que no es, como en mi caso, resultado del trabajo, sino de otros excesos que, además, se traducen en otros deterioros mucho más graves que la mirada vidriosa. Pero no puedo evitar ponerme en el lugar de ese asendereado personaje: un hombre envejecido que alivia la sequedad de sus pupilas con un colirio y luego parpadea con cierto placer, como si ese momentáneo paliativo solucionara, de verdad, el mal de fondo... * Las reparaciones a las que he renido que someter el coche me han obligado a hacer varias veces a pie el camino que va de la estación de tren más cercana al ta

Alardes

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6/8/2020 Anteayer se me cayó un pesado vaciabolsillos de barro sobre el teléfono móvil y le rompió la pantalla: una fisura transversal, de lado a lado, de momento no perceptible al tacto y apenas a la vista. Ayer M.A. sufrió un accidente de tráfico: un conductor despistado chocó con ella por detrás y ella recibió un fuerte golpe en la cabeza que la dejó trastornada e hizo aconsejable acudir a urgencias. El viejo televisor ha empezado a dar síntomas de que tiene dañado el tubo de imagen: como los de antes, tarda en "calentarse" y la imagen al principio aparece un tanto achatada por la parte de arriba... Siempre me ha llamado la atención que estas calamidades domésticas, tanto las que afectan a personas como las que se circunscriben a los objetos, aparezcan siempre concatenadas. Rachas de mala suerte, o ciclos cósmicos adversos, quién sabe. Lo verdaderamente llamativo, en cualquier caso, es la textura como pedregosa que adquieren los días, la evidencia de que sortearlos es atra

Ciclos

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4/8/2020 He ido a la peluquería por vez primera desde que se declaró la pandemia y se decretó el confinamiento de la población. No es que no me haya ocupado de mis greñas en estos últimos cuatro meses. A finales de abril, creo recordar, le pedí a M.A. que me rapase la cabeza con una máquina de cortar el pelo y recuperé así mi aspecto de hace unos años, cuando me dio por prescindir del peluquero e incluso de la necesidad de peinarme. Pero guarda uno una relación conflictiva con su apariencia: cada cierto tiempo me canso de mí mismo y cambio algún detalle visible de mi aspecto, en la ilusión de que así inauguro también un nuevo ciclo. Y la vuelta a mi cabeza rapada de hace años no respondía a esa fantasía, sino simplemente a la necesidad de hacer algo con mi pelo ingobernable, muy incómodo de manejar cuando sobrepasa cierta longitud. Así que volví a dejármelo crecer, ya con el propósito de, cuando alcanzara la longitud necesaria, volver al peluquero. También mis barbas reclamaban sus cui

Restitución

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  2/8/2020 Desde hace un rato venimos oyendo una especie de chirrido superpuesto al zumbido ronco del acondicionador de aire. Sospechamos una avería, porque el ruido anómalo parece corresponderse con las vueltas de una pieza rodante que a intervalos regulares encontrara una resistencia o rozara con algo. Apagamos el aparato. Y, para nuestra sorpresa, el chirrido continúa y ahora si acaso resuena con más fuerza. Salgo al patio, que es donde tenemos el acondicionador de aire y de donde procede el ruido. Que cesa justo cuando entramos. Y mientras yo aguzo el oído en dirección a la máquina, por si descubro en ella algún sonido residual, como de ruedas todavía girando por inercia pero ya en trance de detenerse, M.A. me dirige un voluntariamente mitigado grito de asombro. En la pila de leña hay una enorme cigarra, ahora callada e inmóvil, aunque se diría que el vientre desproporcionado, que le cuelga entre las patas impulsoras, todavía acusa una impalpable vibración. He ahí la causa del chir