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Mostrando entradas de diciembre, 2021

Un mundo oculto

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27/12/20 De nuevo, como anteayer, paseo por las marismas. Es un trayecto desprotegido, sin sombra ni refugio, por lo que resulta idóneo para estos días fríos y despejados en los que el sol, si acaso, se agradece. Vamos a cuerpo, porque habíamos pensado que, a pesar de las bajas temperaturas, cualquier prenda de abrigo empezaría a pesarnos en cuanto la caminata nos hiciera entrar en calor. Y así recorremos, por la carretera del polígono industrial, el kilómetro y medio aproximado que nos separa de la apertura en la alambrada que permite el acceso a uno de los brazos de tierra que penetra en la marisma: en concreto, el que se ciñe al muro "de vuelta" de la antigua salina, ahora abandonada, a su vez flanqueado por el canal de alimentación del que se nutrían los esteros. De hecho, en nuestro recorrido hemos de pasar -con aprensión, porque las planchas de hormigón armado que las cubren están muy deterioradas-  algunas de las antiguas compuertas por las que entraba el agua del mar.

Boxing Day

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26/12/20 Si viviera en Inglaterra, pongo por caso, hoy sería Boxing Day, es decir, el día de resaca festiva que sigue a la navidad. Este año ha caído en sábado, lo que hace que la inanidad que cabe esperar de un festivo sobreañadido a otro quede acentuada, incluso a pesar del hecho de que aquí no está institucionalizada la fiesta antedicha. Llevamos tres días, por así decirlo, de fiesta asordinada: se nota en el silencio circundante, que es el de las primeras horas de la mañana de cualquier domingo, o el que dura casi hasta el mediodía en los festivos con víspera señalada, como Año Nuevo, por ejemplo. Y es una sensación rara, que puede tener su explicación -las restricciones impuestas por las autoridades con motivo de la pandemia-, pero que, de todos modos, se percibe como una anomalía que pesa sobre el ánimo. Hemos hecho lo posible por sobrellevarla del mejor modo posible.  Ayer fuimos a pasear por el carril que se adentra en las marismas en dirección a la isla del Trocadero, hasta ll

Instrucciones para un naufragio (decálogo)

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21/12/20 En caso de naufragio, cédele siempre el salvavidas a otro. Nada garantiza que la vida que le quede por vivir vaya a ser mejor o más valiosa que la que pierdes en el cambio y mejoras con tu último gesto. En caso de naufragio, confía en el azar, que es quien pone islas desiertas al buen tuntún en medio del océano. En caso de naufragio, no sufre menos quien sabe nadar. Si acaso, es quien peor lo pasa. En caso de naufragio, la discusión sobre qué fue lo que provocó la vía de agua es mejor aplazarla hasta que los supervivientes estén a salvo. Aún así, sólo merece la pena participar en ella si uno tiene planeado hacer otro viaje por mar. En caso de naufragio, no nos conciernen tanto los detalles técnicos sobre sus causas concretas como el designio general que dicta que estas cosas ocurran. Hablar del sentido de la vida puede ser un buen modo de pasar el tiempo sobre el madero que flota. En caso de naufragio, hay que reconocer que, si bien puede resultar útil seguir obedeciendo al ca

Dones

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Diciembre y cantan los pájaros un poco antes de amanecer como si fuera primavera. ¿O es que hasta ahora no me había dado cuenta de que los pájaros cantan siempre y que la pulsión de asociar su canto a determinadas épocas benévolas del año es sólo un espejismo asociado a un arraigado tópico? Desde luego, es la primera vez que oigo ese canto con esta claridad: primero, las notas roncas de un grajo y los tímidos ecos sin relieve con el que le contestan aquí y allá, como notas sueltas de músicos que afinan su instrumento. Y luego, nítido y triunfal, el canto solista, que no sabría decir de qué pájaro es. Un mirlo quizá, por lo que su canto tiene de interrogación sostenida, de la que de nuevo se hace eco el coro. Dura poco, diría que ni quince minutos. Luego parece como si todos se dieran cuenta de que tienen cosas que hacer y silenciosamente, sin despedirse de los otros, cada cual acudiera a lo suyo, a su nido, a sus vuelos en busca de comida, a su simple esperar desde la espes

Zapatillas

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7/12/2020 No soy de los que consideran que una mañana o una tarde dedicadas a resolver un engorro doméstico son necesariamente una enojosa pérdida de tiempo. Este tipo de cosas suponen más bien una grata ruptura de mis rutinas, que casi siempre agradezco. Incluso cuando, como ha sucedido hoy, el problema en cuestión, que parecía cosa de cinco minutos, me ha ocupado la mañana entera y al final ha quedado sin resolver. Anteayer, mientras trabajaba en esta misma mesa donde lo hago hoy, se apagó la lámpara de techo que iluminaba la habitación. Pensé que se había fundido la bombilla, que era todavía de las antiguas, de las de filamento de tungsteno; pero como tengo un pequeño tubo fluorescente sobre mi escritorio, iluminando el área de trabajo, no me tomé ninguna prisa en sustituirla. Ayer ni me acordé, hasta que se echó la noche encima y me pareció que era mejor dejar el cambio para la mañana siguiente, que es la del día de hoy. Y, efectivamente, esta mañana procedí a cambiar la bombilla p

Gateras

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4/12/2020 En medio del vendaval, tres windsurfistas: uno, el que parece más hábil, muy adentro, cabalgando airosamente las olas, sin aparente esfuerzo; los otros, más inexpertos, o quizá menos decididos, luchando todavía con el utillaje casi en la orilla, sin conseguir siquiera que la vela, esa especie de enorme cometa con el que se impulsan, se eleve con el viento y se mantenga en alto. Los veo desde la acera del paseo marítimo, mientras corro en sentido contrario al viento hacia el coche aparcado. Cuando estoy ya dentro, siento la tentación de salir a tomar unas fotos: al fin y al cabo, el contraste entre el verdigrís del cielo y el mar y las siluetas compactas de los winsurfistas resulta de lo más... acuarelable. Pero me puede la pereza, la comodidad de estar a resguardo y no querer retar de nuevo la intemperie.  * Seis horas antes en el mismo callejón. Desde el coche aparcado, en el que me demoro un rato, porque he llegado demasiado temprano e intuyo que la puerta del instituto est