Un mundo oculto

27/12/20 De nuevo, como anteayer, paseo por las marismas. Es un trayecto desprotegido, sin sombra ni refugio, por lo que resulta idóneo para estos días fríos y despejados en los que el sol, si acaso, se agradece. Vamos a cuerpo, porque habíamos pensado que, a pesar de las bajas temperaturas, cualquier prenda de abrigo empezaría a pesarnos en cuanto la caminata nos hiciera entrar en calor. Y así recorremos, por la carretera del polígono industrial, el kilómetro y medio aproximado que nos separa de la apertura en la alambrada que permite el acceso a uno de los brazos de tierra que penetra en la marisma: en concreto, el que se ciñe al muro "de vuelta" de la antigua salina, ahora abandonada, a su vez flanqueado por el canal de alimentación del que se nutrían los esteros. De hecho, en nuestro recorrido hemos de pasar -con aprensión, porque las planchas de hormigón armado que las cubren están muy deterioradas- algunas de las antiguas compuertas por las que entraba el agua del mar.